Tercera etapa:
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MIGUEL PSELOS FUNDADOR DE LA ESCUELA PLATONICA DE ANDROS
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Iglesia sobre el mar. Andros. Islas Cícladas
Hermes de Andros. .
Calles estrechas y empedradas que suben, otras que bajan y pasan por debajo de una casa, de un puente, junto a una pequeña iglesia ortodoxa, al lado de una de las torres-casa que se ven en la isla y tabernas, muchas tabernas en los distintos pueblos repartidos entre los 374 kilómetros cuadrados que ocupa la isla.
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Desde que atracamos en Gavrio, puerto de Andros situado en una preciosa bahía en sotavento, la isla no ha dejado de dar señales de su magnetismo y de su fuerza evocadora. Este es sin duda un enclave poderoso, provisto de una fuerte naturaleza donde se ven cascadas de agua y manantiales salutíferos además de montes de hasta 994 metros de altura, todo lo cual le dio antiguamente a la isla el nombre de Hydrousa. Por otro lado según datos tradicionales de los primeros siglos, concretamente Filóstrato en un texto del siglo III, relata que además de ríos con aguas curativas de distintas dolencias también cruzaban por Andros ríos de vino. Aunque de todo ello ya me ocuparé en otro momento.
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Muchas cosas he descubierto desde que emprendí el periplo hasta esta “isla verde”, evocación tradicionalmente relacionada con un lugar mágico y épico, que es a la vez la sede de nuestra verdadera identidad. Pero tal vez lo más significativo que he descubierto en esta geografía legendaria y sagrada haya sido averiguar que Andros fue durante la Edad Media un enclave en el que Miguel Pselos (1018-1079), reconocido como el “máximo representante del Renacimiento bizantino” y un enamorado de la metafísica de Platón, fundó una escuela filosófica donde enseñó y difundió las arte liberales.
Federico González que ha estudiado minuciosamente la cadena de testificación de la Tradición Hermética, le da en ella un lugar preponderante, y no me extraña, ya que Miguel, nombre que él mismo escogió y con el que ha pasado a ser conocido, se encargó durante años de mantener viva la academia Platónica en Bizanzio, un lugar estratégicamente situado entre el Cuerno de Oro y el Mar de Mármara en el punto en que Europa se une a Asia y que en esa época llegó a ser centro de la Cristiandad, bajo cuya simbólica explicó Pselos la Unidad de las tradiciones y el punto de vista de la metafísica. Se dice que en su en torno reunió alumnos de “toda la tierra habitada”, especialmente celtas, árabes, persas, etíopes y egipcios.
.De sus menciones a la Emperatriz Zoe y al arte de los aromas, oráculos y los talismanes que ella estudia y practica, tampoco diré nada más por ahora. Por otro lado ya hace rato que me he percatado que la historia que desde Andros puede ser relatada en torno al esoterismo Occidental y al punto de vista de la Tradición Unánime, es amplia, y muy significativa. Sin embargo mi pretensión es hacer un ejercicio de memoria, es decir un rito que como muchos hemos oído decir a Federico, es una ceremonia permanente que tiene que ver con la vida misma.
“En realidad, la vida misma es el mayor de los ritos. Una ceremonia permanente, el rito por excelencia, donde la perfección finita de cada símbolo o gesto esconde e Implica una perfección infinita. En este encuadre, la vida es una simbólica, y su conocimiento constituye la ciencia de los ritmos y de los símbolos. Y es a través de la ciencia de los símbolos, es decir, por medio del conocimiento de la simbólica, que se realiza el pasaje de lo cósmico a lo supracósmico, de lo creado a lo increado, de lo humano a lo no humano"
También poner en relación a personas, no de manera arbitraria por más especiales que hayan sido sus vidas y obras, sino por pertenecer a una cadena de pensamiento llamado “hilo de oro”, o “cadena de iniciados” de Occidente, que por si se cree otra cosa no es únicamente un espacio geográfico, sino una mentalidad, arraigada en la Sabiduría Perenne.
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Es perfectamente deducible que en 1419, cuando Cristóforo Buondelmonte, el cartógrafo, poeta y transmisor de antigüedades vivas, llegó a esta isla de Andros para adquirir el manuscrito de los Hyeroglyphica, del egipcio Horapolo, sabía muy bien dónde buscar datos y libros antiguos.
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A Miguel Pselos, el protagonista de esta etapa de mi viaje por este recoveco del Mediterráneo que son las aguas e islas del Egeo, debemos las generaciones posteriores la salvaguarda y difusión de grandes saberes de la antigüedad que otras mentes menos despiertas y evidentemente desquiciadas por los prejuicios, intentaron aniquilar. Tal es el caso de la antología del Corpus Hermeticum y la recopilación y comentarios de los Oráculos Caldeos, así como otros textos de tipo filosófico, astrológico, mágico-teúrgico y alquímico que llegarían hasta Florencia, a manos de Marsilio Ficino, vía Gemisto Pletón y su discípulo, el griego ortodoxo Basilio Bessarión, ambos ligados a la escuela de Pselos, según lo expone Federico en “Hermetismo y Masonería”.
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Interior de una iglesia ortodoxa en Andros
De ese modo aconteció que este eminente bizantino, imbuido del espíritu de Platón y totalmente penetrado de las ideas de Hermes Trismegisto, fue un precursor, desde su época en la Edad Media, del Renacimiento italiano que desde su centro en Florencia se propagaría como pólvora por toda Europa conformando a las mentes más lucidas e inspiradas del momento.
Nuestro Miguel consideraba (y así lo trasmitió a sus alumnos en especial a Juan Italo, apodado “el Primero de los Filósofos”) que las tradiciones paganas en el fondo, o sea más allá de su forma, no se contradicen un milímetro con la palabra de Cristo. Y a los que le criticaron este punto de vista, o el tiempo que empleaba en estudiar la alquimia, la matemática y las demás ciencias herméticas en lugar de orar, les dice:
“Me mantendré con Dios mediante la oración todo el tiempo que pueda, y aun me dejaría arrebatar por el éxtasis, si se me concediera la gracia de lograrlo; y por otra parte, viéndome descendido de esas alturas, por culpa de la inestabilidad de nuestra naturaleza, marcharé a través de las praderas de las ciencias, cosechando en ellas todas las variedades de flores que me han de ofrecer.”
Con esa aseveración, llena de poética teúrgica no hace sino seguir los consejos que Platón da a los que buscan la verdad, “seguir todos los meandros hasta agotar todos los caminos”.
Miguel Pselos practicó la ciencia de la Matemática por considerarla el puente necesario para atravesar del mundo sensible al inteligible y porque descubrió que esta disciplina da al hombre el hábito de pensar en los seres incorpóreos, en las ideas y no únicamente en las cosas materiales.
Ciertamente los pitagóricos e integrantes de la academia de Platón juraban sus iniciaciones por la “Divina tetraktys”, es decir por los diez primeros números, donde está la matriz intelectual que configura todas las posibilidades numéricas y un modelo de la Cosmogonía.
Nuestro autor escribió más de 200 libros, además de un intenso epistolario; en uno de ellos, donde trató sobre los oráculos caldeos, señala la importancia que tienen los nombres antiguos, como Gabriel o Miguel al estar revestidos éstos de potencias angélicas. Recomendaba no traducir estos nombres sino pronunciarlos en la lengua original de los pueblos que los crearon puesto que en ellos había oculto un significado transmitido por Dios y sólo en su pronunciación tenían eficacia evocadora.
Otra obra que quiero recordar lleva el título de “Chronografía”. Se trata de un libro de memorias donde mezcla conocimientos filosóficos con críticas a sus contemporáneos e incluso a sí mismo.
“Reconozco ser un hombre, animal cambiante e inestable, alma racional que se sirve de un cuerpo, singular mezcla de tendencias discordantes"
El libro fue muy aplaudido por su inigualable frescura; en él, Pselos explica el Hermetismo y las ideas platónicas a través del simbolismo cristiano, siguiendo a los Padres de la Iglesia que pensaban que Dios contiene en sí las nociones de todas las criaturas y que es así como crea el mundo.
“Todo movimiento que se observa tiene su origen en Dios, que es su causa primera. Pero la causa primera opera a través de causas segundas”
“La naturaleza, fuerza invisible, es el principio del movimiento y del reposo; en el mundo orgánico, a la naturaleza se le suma el alma; y, en los seres libres, también la inteligencia opera como principio de movimiento”.
“Si bien toda cosa tiene su causa, eso no significa que no haya realidades inaccesibles al razonamiento y a la demostración, tal como lo pretendían los estoicos […] No todo lo divino es abordable, ni toda la Naturaleza puede ser comprendida por la razón.”
Otra de sus obras es “Crisopeya”, en griego “hacer oro”, donde trata de los métodos de la alquimia. Conociendo su pensamiento no podían tratarse de “oro material”, sino espiritual.
Se atrevió a escribir un libro hablando del demonio, “Perì energeías daimónôn” y a decir en él qué significaba verdaderamente esa energía y cómo reconocerla. Esta obra, con el tiempo, quedó en el oscurantismo hasta que en el Renacimiento Marsilio Ficino la traduce, causando un enorme interés por parte de relevantes pensadores, “amigos de Ficino en la Ciudad Celeste” como son Cornelio Agrippa y Giordano Bruno, entre otros, los que ampliaron y difundieron la obra de Pselos que por otra parte creó una enorme estela popular, tal como documenta muy bien el folklorista español Joan Amades, por ejemplo.
La forma literaria adoptada por Pselos en esta ocasión es el diálogo entre dos personajes, Tracio y Timeo.
"Todos los demonios fueron expulsados de las regiones lunares como un profano de un lugar sagrado".
“Hay seis clases de demonios en este mundo sublunar. El primero es el ígneo, el cual se mueve por el aire que está encima de nosotros; el segundo, también anda por el aire y le llaman aéreo; el tercero es terrestre; el cuarto es el acuático y marino; el quinto el subterráneo y el sexto, finalmente, es el llamado lucífugo. De las especies citadas, la acuática ahoga a los que van por las aguas; la subterránea y la lucífuga se introducen en las entrañas y producen asfixia, epilepsia e incluso demencia en los hombres; pero los aéreos y terrestres son los más temibles y astutos de todos, ya que buscan y engañan disimuladamente las mentes de los hombres, produciéndoles inusitados y crueles sufrimientos. Todas estas clases de demonios, odian a Dios y al hombre, ya que envidian la figura con que éste último ha sido honrado, de tal suerte que nada los satisface más como ver caer a este en desvarío”.
Tracio: Un demonio, en efecto, es una entidad espiritual que introduce ensoñaciones, pasiones, temores o deseos en nuestra alma.
Timeo: ¿Pero cómo y por medio de qué pueden hacer esto?"
Tracio: Se acercan a nuestro espíritu imaginativo y, espíritus como son también ellos, nos susurran palabras sobre sensaciones y placeres, no con voces estridentes ni ruidosas, sino instiladas por ellos sin ruido alguno".
Timeo: Pero es imposible que puedan emitir palabras sin sonido alguno,
Tracio: No necesitan hacerlo, pues actúan directamente sobre el espíritu, "cuando el que habla está muy lejos del que oye, precisa gritos muy fuertes; si está a su lado, le basta susurrar en su oído, y si de algún modo se le pudiera introducir en el espíritu del alma, no necesitaría ningún sonido”. Continuará. Nuria
Para las citas de los textos de Pselos me he servido de la traducción de la Revista Unam. Mx. Ciudad Universitaria, México D.F.
Primera etapa:
Andros, la Isla Verde.
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Segunda etapa:
Cristóforo Buondelmonte. Cartógrafo del Egeo.
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Tercera etapa:
Miguel Pselos, Fundador de la Escuela Platónica de Andros.
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Cuarta etapa: La Fiesta de Dioniso en Andros. LEER AQUÍ